30 abril 2009

Teruel

La pasada Semana Santa estuve en Teruel que, tópicos aparte, vaya si existe y vaya si merece la pena visitar. Las torres mudéjares, esas tranquilas callejas que en algún caso necesitan un lavado de cara, los sorprendentes edificios modernistas, el buen ternasco y el buen vino... Y al final de una bella escalinata neomudéjar realizada en los años 20 del siglo pasado, bajando desde el Óvalo, nos encontramos con la estación de ferrocarril, que pude visitar fugazmente.

No será del todo desconocida para el amante del ferrocarril la típica estampa de la estación turolense con la mole del Seminario al fondo (por cierto, ¿a quién se le ocurrió pintarlo de azul? ¡Qué horror!); yo mismo tuve un fondo de pantalla en mi ordenador años ha que era un TER con sus colores primitivos estacionado precisamente aquí. Hoy es una estación de poco paso de viajeros (aquel día creo que sólo pasaban dos trenes por ella), pero con trasiego de minerales como denotan las numerosas tolvas siempre situadas allí, junto al cargadero que a duras penas se aprecia en la foto, hecha desde lo alto de la torre de El Salvador.

Además de mi habitual curiosidad por todo lo que huela a trenes, me animé a pasar por lo que tienen allí como adorno, recuerdo o tal vez las dos cosas a la vez: dos señales mecánicas y una aguada, reliquia de la época del vapor, una época quizá de más febril movimiento en esta apacible y olvidada parada ferroviaria.