Es curioso cómo pueden cambiar los gustos. Leyendo a escritores del XIX como Mesonero Romanos, Monlau, Capmany, Madoz o Peñasco y Cambronero, que se ocuparon en mayor o menor medida de la Villa de Madrid, se puede notar el desprecio que sentían por el llamado "barroco castizo", obra de arquitectos como los Churriguera o Pedro de Ribera, que tanto abunda en la capital: las portadas del Hospicio o del cuartel del Conde-Duque, la ermita de la Virgen del Puerto, la iglesia de Montserrat, el puente de Toledo... De "corruptores" eran calificados tales arquitectos y sus obras menospreciadas hasta tal punto que si no pedían su desaparición era para que sirvieran de ejemplo de cómo no se debían hacer las cosas.
Sólo 30 años después de que Peñasco y Cambronero publicasen su libro enciclopédico sobre las calles de Madrid (1889), el mayor cronista que ha tenido la Villa en el siglo XX, Pedro de Répide, ponía las cosas en su sitio y daba su justo valor a una forma de arquitectura tan característica de la Corte.
¿A qué viene esta introducción? Y, sobre todo, ¿qué tiene que ver con los tranvías? Muy sencillo: vivimos una época en la que se está valorando de nuevo la bondad de este medio de transporte limpio, económico y, sobre todo, tan hermoso, después de décadas en las que se le hizo poco a poco desaparecer porque "molestaba" al vehículo privado. Muchas ciudades españolas están volviendo a adoptarlo entre treinta y cuarenta años después de haberlo suprimido. Madrid va a ser una de ellas.
Hay proyectos bastante avanzados para construir "metro ligero" (que es como gustan hoy en día llamar al tranvía los políticos) en la zona oeste, desde Campamento hasta Pozuelo, también en los nuevos barrios del Norte y en los alrededores de lo que hoy es el estadio Vicente Calderón. Incluso hace años se despertaron las esperanzas al ver una extraña explanación que acompañaba la conversión de la antigua carretera de Andalucía en avenida urbana. La presumible vía de travía no era sino un carril para bicicletas.
El caso es que hace muy poco me llamó la atención leer que se estuviese estudiando la vuelta del tranvía a la Ciudad Universitaria. Cuando yo empecé a estudiar aún no funcionaba el metro que hoy abre una de sus bocas frente a mi antigua Facultad. Debíamos ir a Moncloa y allí bien tomar el también desaparecido (más bien "renombrado") 62 ó subir la cuesta andando. Para mí era un paseo más que placentero, porque el camino seguido era precisamente el que en su día recorrió el tranvía del Paraninfo. Atravesar el llamado "puente de Torán" (en la foto, con el mítico "1000") y después ver aún los rieles en el pavimento... Años antes había podido ver el tranvía en acción en una peliculilla de 1961, Margarita se llama mi amor, en la que el tranvía del Paraninfo se convierte en protagonista destacado.
La Ciudad Universitaria es un invento raro, un dar la espalda a la ciudad que se empezó a construir en la época de la dictadura de Primo de Rivera y por iniciativa de Alfonso XIII. Parece ser que "por estética" las autoridades universitarias en principio intentaron evitar que circulasen tranvías por ella. No me resulta extraña la propuesta en una Villa cuyos mandatarios parece que siempre tuvieron manía al tranvía: cuando en 1912 se empezó a construir la Gran Vía ya se planeó que por ella no pasasen; en 1949 se eliminaron de la Puerta del Sol y cada vez se intentó que se alejasen más del centro: las líneas que perduraban en 1972 eran todas periféricas.
Después de la guerra civil la cosa debió de cambiar, la "estética" debió de pasar a un segundo plano; en 1944 se inauguró el servicio, que se mantendría durante más de 23 años, siempre con coches PCC como material móvil (además del experimental "1000" que aparece en la foto). En agosto de 1967 circuló el último tranvía por el puente de Torán y por las vías que llegaban hasta el Paraninfo.
Varios motes recibió este tranvía; según algunas fuentes, los estudiantes lo conocían como el "Pepe", porque al cruzar el puente el traqueteo era temeroso y había que hacer un juego de pies con esa onomatopeya: "pe-pe". Para otros, era la "vaca lechera", pues lucía y tañía una campana. Sea como fuere, el Ayuntamiento no tuvo piedad y lo hizo desaparecer (como iría ocurriendo poco a poco con todas las líneas en los cinco años siguientes).
Ya en 1987 un entusiasta propuso una restauración que careció de eco. Lo curioso es que a finales de 2003 se haya vuelto a anunciar un proyecto en ese sentido. ¿Volveremos a ver los tranvías por la avenida Complutense? Ojalá.
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