29 octubre 2006

Resurrecciones ferroviarias


(Texto publicado originalmente en Mixobitácora el 2 de diciembre de 2005)
Tras la guerra civil, la historia del ferrocarril en España habla mucho de cierres y desapariciones: las pequeñas líneas mineras que salían de zonas cuya explotación no era rentable, las líneas de vía estrecha que nacieron (si es que lo hicieron) con la intención de ser un modo asequible de transporte para cualquiera y que no resistieron la competencia de la carretera y finalmente aquel clarividente informe del Banco Mundial que a principios de los años 60 desaconsejó seguir construyendo nuevos ferrocarriles. Luego, a mediados de los años 80, los criterios de rentabilidad económica y no social que esgrimió el gobierno socialista condenaron al cierre a otros miles de kilómetros de vías.
Ha pasado el tiempo y los criterios han cambiado. En los años 60 se eliminaron los tranvías de la mayoría de las ciudades españolas. Hoy se recuperan como un medio limpio y eficaz de transporte. Se cerraron numerosas líneas de ferrocarril. Hoy se ha descubierto que la Alta Velocidad es una alternativa magnífica a los vuelos interiores y muchas ciudades dejadas de la mano gubernamental y privadas de su conexión ferroviaria tendrán su estación de AVE.
Estas absurdas vueltas del destino van por un lado y por otro algunas recuperaciones mucho más arriesgadas pero que al final se han mostrado rentables.
A finales del siglo XIX se planteó la construcción de una línea ferroviaria de vía métrica que sirviese para transportar el carbón de las cuencas hulleras leonesas y palentinas hacia Bilbao. Así nació el que todos los aficionados conocen como el ferrocarril de La Robla, cuyo primer tramo se inauguró en 1892 y que en 1902 llegó hasta los 312 km. de longitud: la línea de vía estrecha más larga de Europa. Aunque su fin era el transporte de mercancías, también tuvo tráfico de viajeros. Tras sufrir la guerra civil y los vaivenes económicos subsiguientes, FEVE se hizo cargo de la línea en 1972, pero su deterioro llevó a que entre 1991 y 1994 se suspendieran las circulaciones e incluso se clausurase parte de la línea. Lógicamente, esto produjo un movimiento reivindicativo para su apertura en la región castellanoleonesa; ya sabemos la atención que han merecido este tipo de movimientos en otros casos (que, curiosamente afectan casi siempre a esta misma región) como los de la Ruta de la Plata o el de la línea Valladolid-Ariza. Sin embargo, esta vez hubo suerte y tras los oportunos arreglos la línea volvió a funcionar en su totalidad el 19 de mayo de 2003. Por fin una resurrección ferroviaria que no estaba marcada por el halo de la Alta Velocidad. Ojalá hubiera más ejemplos...

No hay comentarios: